miércoles, 12 de octubre de 2011

LA NOCHE OSCURA DE SAN JUAN DE LA CRUZ

El creador del símbolo de la noche oscura San Juan de la Cruz, que según declaración de su compañero Eliseo de los Mártires: «Supo y sintió altamen­te de la oración y trato con Dios, y a todas las dudas que le proponían acerca de estos puntos, respondía con alteza de sabiduría, dejando a los que le consultaban muy satisfe­chos y aprovechados», nos enseña que su tesis se resume en que para llenarse de Dios hay que vaciarse de uno mismo y que el método para conseguir este vacío para que la nada y el todo se fundan en uno lo enseña en sus tratados, Subida del Monte Carmelo y Noche oscura del alma.

El describe la noche oscura por la que el alma tie­ne que pasar para entrar en la tercera y última etapa de la unión con Dios, como «la fuerte lejía de la purgación de esta noche del espíritu, sin la cual no podrá venir a la pureza de la unión divina». Es una verdadera desolación de orden espiritual: mientras el alma anhela a Dios y se siente abandonada por Él.


Pero como no es lo mismo leerlo escrito que verlo practicado, trataremos de lo que, lo que en teoría y doctrina, ha expuesto San Juan en su Noche oscura, puedan verlo los lectores expresado y encarnado en la vida de cada día por personas que han decidido vivir a fondo y coherentemente, empezando por la vida del mismo San Juan de la Cruz desde niño para culminarlo en su vida de extrema pobreza y de persecución de sus propios hermanos hasta su secuestro en la cárcel de Toledo, donde fue torturado, amenazado de muerte, chantajeado y pudriéndose en aquel estercolero, para terminar con una consanguínea suya, Teresita del Niño Jesús, que la vivió con heroísmo paradigmático.



LA INTUICION ORIGINAL DE SAN JUAN DE LA CRUZ


Suya fue la intuición fundamental de que, cuando un cristiano se encuentra en la “noche oscura del alma”, no significa que esté lejos de Dios, sino al contrario, que se ha acercado más a él. El santo utiliza el ejemplo de los mochuelos para explicar esto. Estas aves nocturnas, cuando el día las despierta, les ciega la luz del sol porque resulta demasiado brillante para ellas. De la misma forma, cuando nos vamos acercando a Dios por la oración, la vida cristiana y la gracia, la luminosidad de Dios es demasiado fulgurante para nosotros. Nuestra debilidad humana provoca esas noches oscuras en las que el alma siente que no ve nada o que se encuentra lejos de Dios, cuando lo que sucede es que ha sido cegada por la luz divina y necesita tiempo para acostumbrarse a ella.
Dios utiliza esas noches para purificar nuestra fe. Al comienzo de la vida espiritual, Dios regala muchos consuelos: la sensación clara de su presencia, de la belleza de la vida y la fe cristiana, la alegría de pertenecer a la Iglesia. Sin embargo, nuestro corazón débil tiende a apegarse a estos consuelos e, incluso, llega a preferirlos al propio Dios. Por eso el Señor, antes o después, nos priva de esos consuelos para que pongamos el corazón solamente en él, configurándonos con Cristo en su pasión.


Padre Jesús Martí Ballester

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http://www.ewtn.com/spanish/Poems/San_Juan_de_la_cruz.htm