las gracias que me habéis concedido? ¡Cuántas veces me
habéis llamado, y yo he resistido! Y en lugar de serviros y
amaros por haberme librado del infierno y haberme buscado
tan amorosamente, seguí provocando vuestra indignación
y respondiendo con ofensas. No, Dios mío, no;
harto os he ofendido, no quiero ultrajar más vuestra paciencia.
Sólo Vos, que sois Bondad infinita, habéis podido
sufrirme hasta ahora. Pero conozco que, con justa
razón, no podréis sufrirme más.
Perdonadme, pues, Señor y Sumo Bien mío, todas las
ofensas que os hice, de las cuales me arrepiento de
todo corazón, proponiendo no volver a injuriaros... ¿He de
seguir ofendiéndoos siempre?... Aplacaos, pues, Dios de
mi alma, no por mis méritos, que sólo valen para eterno
castigo, sino por los de vuestro Hijo y Redentor mío, en
los cuales cifro mi esperanza.
Por amor de Jesucristo, recibidme en vuestra gracia y
dadme la perseverancia en vuestro amor. Desasidme de
los afectos impuros y atraedme por completo a Vos. Os
amo, Soberano Señor, excelso amante de las almas, digno
de infinito amor... ¡ Oh, si os hubiese amado siempre!...
María, Madre nuestra, haced que no emplee la vida
que me resta en ofender a vuestro divino Hijo, sino en
amarle y en llorar los pecados que he cometido.