sábado, 22 de octubre de 2011

INICIACION A LA LECTIA DIVINA


 Iniciación a la Lectio Divina


                                Tu Palabra es luz para mis pasos, paz en mi camino (Salmo 118, 105)


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Te encuentras con un ejemplar de las Sagradas Escrituras. Quizá lo tienes sobre tus manos, paseas tu mirada por algunas de sus páginas. Tantas veces te ha causado estupor y santo temor, también perplejidad y ansia por penetrar en lo que allí se revela. ¡Cuánta luz, consuelo, fuerza y renovación han causado estas palabras en la vida de tantos a través de los siglos! ¡Cuánta verdad allí contenida, esperando que también tú te acerques a conocerla!
Pero ¿Cómo dejar que estas palabras renueven el camino de tu vida y te muestren la verdad? ¿No será acaso demasiado difícil adentrarse en su misterio, algo sólo de iniciados y eruditos?
No. La Palabra también es para ti. Ha sido pronunciada sobre cada uno de nosotros para darnos la verdadera vida. Está a la espera de ser conocida y contemplada, y también tú puedes hacer ahora esta experiencia.
Te propongo que lo hagas a través de la práctica una de las formas de oración con mayor riqueza en la espiritualidad cristiana: la Lectio Divina.
Dice el gran san Justino, uno de los primeros Padres de la Iglesia que ayudó a miles y miles de cristianos a acercarse a la Biblia durante siglos: Cuando meditamos, hablamos con lo más profundo de nosotros; cuando oramos, le hablamos nosotros a Dios; cuando leemos las Escrituras, es Dios quien nos habla a nosotros.
Pero ¿Qué es la Lectio Divina?
Es una tradición espiritual tan antigua como la misma Iglesia de Cristo que consiste en la lectura meditativa de su Palabra de manera personal o comunitaria. A través de los tiempos  esta práctica se ha enriquecido con la experiencia de los hombres y mujeres orantes, hasta configurarse un cierto “método” que podemos hoy poner en práctica para también nosotros enriquecer nuestra espiritualidad.
Dice Juan Pablo II: “Es especialmente necesario que se escuche la Palabra de Dios a la manera de un encuentro vivificante tal como lo propone la antigua y siempre vigente tradición de la Lectio Divina, la cual ilumina desde el texto bíblico las interrogantes y los anhelos de nuestras vidas”.
¿Cómo se inicia la Lectio Divina?
Busca los mejores momentos de tu día para dedicarlos a esta experiencia. Toma tu ejemplar de los Evangelios y ponte en disposición de oración, esto es, en apertura de corazón, en profunda escucha para recibir lo que Dios te quiere comunicar.
Pide al Espíritu Santo el don de poder orar con la Palabra de Dios. Él es su Autor. Es el Espíritu divino, el soplo vivificante por medio del cual hemos sido creados, el que todo lo sostiene y lo renueva. Permaneciendo en comunión con él, entramos también en contacto con lo más auténtico de nosotros mismos y con nuestro destino trascendente.
Encuentra el texto del Evangelio a meditar. Una forma es ir leyendo de manera continua uno de los evangelios. Te recomiendo comenzar por el de san Lucas, que describe toda la existencia de Jesús desde su concepción hasta su Ascensión al cielo. Otra manera es seguir un itinerario de lecturas. Al final de este artísulo te propondremos uno muy sencillo.
Lee con mucha calma. Sitúate en la escena que se narra como un testigo de ese acontecimiento, quizá también tomando el papel de alguno de los personajes que allí aparecen. Siente el ambiente que enmarca la escena, la emotividad de los personajes, entra en sus preocupaciones, en su búsqueda. Así, escucha a Jesús que al responderle a ellos le responde a todo hombre, por tanto, también a ti y a mí nos está hablando. Cuando encuentres una frase, una palabra, que te impacte especialmente, repítela. Quédate en ella cuanto sea necesario. No es preciso “entenderla” del todo. Sabiduría viene de “saborear”, por tanto, hazlo tú con esas palabras divinas que irán entrando en ti como la gota que horada la piedra. Lo ideal sería que al cabo de un rato, puedas ya repetirte la escena y responder a la pregunta “¿Qué dice?”.Responde componiendo en tu interior el mismo acontecimiento y enmarcando sus palabras y frases especiales dentro de tu propia narración.
Medita sobre el sentido de esas palabras. También hoy Dios te las dirige a ti. ¿Quéte dicen? Busca la novedad, la luz, que aportan para tu propia vida y la de los tuyos.
Ora a partir del texto. ¿Qué le dices tú? Dios te escucha, Él mismo te inspira para que establezcas ese diálogo transformador. Pregunta, inquiere, reclama, agradece, alaba, porque quien pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien pide se le dará(Mt 7, 7) …
Contempla la gloria de Dios que se te revela por la acción generosa del Espíritu Santo. Entra en ese silencio poblado por su Palabra. Como las cuerdas de una lira, también nuestra alma debe ser “templada” por el buen Poeta. Descansa en su presencia, adora en el silencio la obra que él hará contigo. Siéntete hermanado con cada hombre y con el entero cosmos. Deja que en tu rostro brote esa sonrisa dichosa y quizá también esas lágrimas de consuelo y purificación. Entonces, deja que el Poeta entone el cántico de tu propia vida agradecida, glorificada. Percibe en ti esa melodía interior que es parte de la entera sinfonía de la creación. Disponte a elevarla en cada paso de tu caminar.
Después, retoma la marcha. Será hora de volver al nuestra vida de cada día. Paso a paso, deja que esas Palabras eternas continúen resonando en ti. Reconócelas presente en cada uno de los seres creados. Deslúmbrate ante el sol de cada mañana, aspira la brisa fresca que Dios nos manda, huele, saborea, abraza, canta. Goza con el don de la vida bienaventurada a la que Dios nos ha llamado. Y, por supuesto, no dejes de comunicar esta experiencias a tus hermanos, dando testimonio del inmenso amor que Dios nos ofrece.


 © Padre Christian Díaz Yepes. 2011


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http://www.ocarm.org/es/lectiomobile